Conceptos generales.
Desde el punto de vista del examen del abdomen,
conviene tener presente las estructuras que están contenidas en él y la forma
de reconocerlas: su ubicación, tamaño y las alteraciones que pueden presentar.
En el abdomen se ubica gran parte del sistema
digestivo, incluyendo el tubo digestivo, hígado, vesícula, páncreas; los
riñones y estructuras urológicas; las glándulas suprarrenales, el bazo; y en la
mujer, su sistema reproductivo, incluyendo ovarios, trompas y útero. Cada una
de estas estructuras tiene una ubicación y tamaño, desempeña funciones y es
fuente de alteraciones y enfermedades. El detalle conviene revisarlo en textos
de anatomía y fisiopatología.
Algunos puntos de referencia del abdomen son: los rebordes
costales, el apéndice xifoides, el ombligo, las espinas ilíacas anterosuperior
en cada lado, las regiones inguinales y el borde superior del pubis.
Para describir la ubicación de los hallazgos del
examen físico, el abdomen se divide en cuatro o en nueve secciones. En el
primer caso, se trazan dos líneas imaginarias perpendiculares que pasan por el
ombligo y delimitan cuatro cuadrantes: superior derecho e izquierdo, e inferior
derecho e izquierdo. Si se divide en nueve secciones o regiones, se trazan dos
líneas que en su extremo superior son la continuación de las líneas torácicas
medioclaviculares que hacia abajo llegan a los extremos laterales del pubis, y
dos líneas horizontales, pasando la primera por el punto inferior del reborde
costal a cada lado (10ª costilla), y la segunda, por las crestas ilíacas
anterosuperiores. Se constituyen así las siguientes regiones, de derecha a
izquierda: en el tercio más alto: hipocondrio derecho, epigastrio e hipocondrio
izquierdo; en el tercio medio: flanco derecho, región umbilical y flanco
izquierdo; en el tercio inferior: fosa ilíaca derecha, hipogastrio y fosa
ilíaca izquierda.
Usando las divisiones anteriores, conviene tener
presente la ubicación en la cual se encontrarían las distintas estructuras
intraabdominales, como se indica a continuación.
División por cuadrantes:![](http://enciclopedia.us.es/images/a/a6/Abdomen1.jpg)
![](http://enciclopedia.us.es/images/a/a6/Abdomen1.jpg)
- Cuadrante
superior derecho:
hígado y vesícula biliar; cabeza del páncreas, parte del riñón derecho,
glándula suprarrenal derecha, partes del tubo digestivo (ángulo hepático
del colon).
- Cuadrante
superior izquierdo: bazo, lóbulo izquierdo del hígado, cuerpo y
cola del páncreas, parte del riñón izquierdo, glándula suprarrenal
izquierda, partes del tubo digestivo (ángulo esplénico del colon).
- Cuadrante
inferior derecho:
ciego y apéndice; ovario y trompa derecha; polo inferior del riñón y
uréter derecho; otras partes del tubo digestivo (colon ascendente), canal
inguinal.
- Cuadrante
inferior izquierdo: colon sigmoides y parte del colon
descendente; ovario y trompa izquierda; polo inferior del riñón y uréter
izquierdo, canal inguinal.
División en nueve regiones:
- Hipocondrio
derecho:
lóbulo hepático derecho, vesícula biliar, parte del riñón derecho,
glándula suprarrenal, ángulo hepático del colon.
- Epigastrio: estómago, duodeno,
páncreas, parte del hígado, aorta, vena cava inferior.
- Hipocondrio
izquierdo:
bazo, cola del páncreas, ángulo esplénico del colon, polo superior del
riñón izquierdo, glándula suprarrenal.
- Flanco
derecho:
parte del riñón derecho y del colon ascendente.
- Región
umbilical:
porción inferior del duodeno, intestino delgado, aorta, vena cava
inferior.
- Flanco
izquierdo:
parte del riñón izquierdo y del colon descendente.
- Región
ilíaca derecha:
ciego, apéndice, extremo inferior del íleon, ovario, desembocadura del
uréter, canal inguinal.
- Región
del hipogastrio o suprapúbica: útero, vejiga, colon sigmoides.
- Región
ilíaca izquierda:
colon sigmoides, ovario, desembocadura del uréter, canal inguinal.
En la pared posterior del abdomen se
reconocen fundamentalmente las regiones lumbares que son la continuación de los flancos y se extienden desde las 12as costillas hasta el tercio posterior de las crestas ilíacas. Los riñones
son órganos ubicados en el retroperitoneo y su parte más superior queda a la
altura de las dos costillas flotantes. En el ángulo costovertebral, que se localiza
entre el borde inferior de la 12ª costilla y las apófisis transversas de las
vértebras lumbares altas, se puede reflejar dolor proveniente de los riñones.
Es posible que el paciente refiera
dolores en el abdomen que se generan fuera de él. Por ejemplo, una neumonía
basal puede doler en uno de los hipocondrios; un infarto agudo de la cara
inferior del miocardio puede doler en el epigastrio; un herpes zóster
intercostal, a veces se asocia a dolores referidos al abdomen. En otro sentido,
un problema intraabdominal puede dar dolor en regiones distantes. Por ejemplo,
un neumoperitoneo o un proceso anexial puede asociarse a dolor en un hombro.
Examen del abdomen.
Debe efectuarse con una iluminación adecuada y
exponiendo el abdomen en forma amplia de modo de efectuar una buena
observación, desde la parte baja del tórax hasta las regiones inguinales, pero
sin exponer los genitales externos para respetar el pudor del paciente. Este
debe estar en decúbito supino y es necesario que relaje al máximo su
musculatura abdominal. Para esto conviene que tenga sus brazos a los lados o
sobre el pecho, pero en ningún caso hacia arriba; la cabeza sobre una almohada
y, eventualmente, las piernas semiflectadas con una almohada bajo las rodillas.
El examen habitualmente se efectúa desde el lado derecho, pero conviene tener
destrezas para examinar desde ambos lados.
No hay que olvidar de examinar las regiones
inguinales (p.ej.: una pequeña hernia crural puede ser la explicación de una
obstrucción intestinal).
En tiempos fríos, es necesario cuidar que las manos
y el estetoscopio estén templados de modo que el paciente no tenga sobresaltos.
Puede ser necesario lavarse las manos con agua caliente, frotárselas, o
comenzar el examen palpando sobre la camisa del paciente hasta sentir las manos
más tibias y entonces descubrir el abdomen. En personas que sufren de
cosquillas conviene mover las manos lentamente, evitando movimientos bruscos e
inesperados; al principio el examinador podría colocar su mano sobre la del
paciente y comenzar a examinar de esta forma, y después de unos instantes pasar
al examen directo.
Las zonas en las cuales puede haber dolor conviene
examinarlas al final.
Inspección.
![](http://www.scielo.org.ar/img/revistas/aap/v108n5/a17fig1.jpg)
Interesa ver la forma del abdomen, si existen zonas
solevantadas bajo las cuales pueda haber un proceso expansivo, los movimientos
respiratorios, si existen cicatrices o hernias. También puede ser importante
fijarse en la presencia de manchas o lesiones de la piel, en la distribución
del vello, o si existe circulación colateral anormal.
Los movimientos respiratorios se aprecian en la
parte alta del abdomen. Lo normal es que con la inspiración se produzca un
abombamiento de esta zona debido al descenso del diafragma que presiona y
empuja las vísceras. En casos de insuficiencia respiratoria o parálisis
diafragmática, en vez de un abombamiento puede ocurrir una depresión si el
diafragma es arrastrado hacia arriba por la presión negativa que se genera
dentro del tórax (respiración paradojal). En la parte alta del abdomen
se puede observar, especialmente en personas delgada, un latido transmitido
desde la aorta descendente.
En ocasiones se ven unas estrías de distensión que corresponden a
rotura de fibras elásticas de la piel. Se encuentran en los flancos y partes
bajas del abdomen. Son de color blanco y ocurren en mujeres que han tenido
embarazos y en obesos que han bajado de peso. Cuando tienen una coloración
púrpura se asocian a un exceso de glucocorticoides (p.ej.: síndrome de
Cushing).
En hemorragias peritoneales puede aparecer en la
región periumbilical una coloración azulada que constituye el signo de Cullen (p.ej.: en embarazo tubario roto). En
pancreatitis aguda necrohemorrágicas, con sangramiento hacia el retroperitoneo,
puede aparecer una coloración azulada en las regiones lumbares (signo de
Grey Turner).
En personas muy delgadas es posible ver movimientos
peristálticos de asas intestinales. Esto es más evidente cuando existe una
obstrucción intestinal aguda que se asocia a distensión del intestino y aumento
del peristaltismo.
El ombligo normalmente es umbilicado o plano.
Cuando existe ascitis se puede ver evertido (protruye hacia afuera). Una onfalitis es una inflamación del ombligo que se
manifiesta por enrojecimiento y secreción.
La distribución del vello pubiano es diferente en
el hombre que en la mujer. En el primero tiene una distribución romboidal,
llegando hasta el ombligo. En la mujer es de tipo triangular, sin vello hacia
el obligo. Esta distribución se altera cuando existen cuadros feminizantes en
el hombre o virilizantes en la mujer asociados a cambios hormonales.
Si existen hernias (umbilical, inguinal, crural),
se hacen más evidentes cuando la persona puja. Una eventración es la protrusión de tejidos
intraabdominales a través de zonas débiles de la musculatura abdominal en
cicatrices quirúrgicas, pero contenidas por la piel. Originan las hernias incisionales. En una evisceración ocurre una salida de asas intestinales fuera del abdomen por dehiscencia
de la sutura de una laparotomía o a través de una herida traumática.
A nivel de la línea media del abdomen, por encima
del ombligo, puede ocurrir un abombamiento en relación a maniobras de Valsalva
(aumento de la presión intraabdominal) por separación de los músculos rectos (diástasis
de rectos) y no tiene mayor importancia. En otros casos, puede existir un
pequeño defecto o solución de continuidad de los planos más profundos de la pared,
en dónde se puede presentar una hernia de la línea alba (o línea blanca).
Algunas masas ubicadas en la pared abdominal se
podrían hacer más notorias al solicitar al paciente que ponga la musculatura
del abdomen tensa (p.ej.: levantando la cabeza y hombros o intentando
sentarse).
Algunas cicatrices quirúrgicas que se pueden
encontrar son las siguientes:
·
de McBurney: es una incisión en
el cuadrante inferior derecho, paralela a las fibras musculares del músculo
oblicuo externo a unos 3 cm de la espina ilíaca anterosuperior, que se usa en
apendicectomías. Ocasionalmente, especialmente en apendicitis de difícil
diagnóstico o complicadas con peritonitis, se usa una incisión paramediana derecha infraumbilidal, que permite un mayor campo
operatorio.
·
de Kocher: es una incisión
subcostal derecha, paralela al reborde costal, y que se usa para
colecistectomías. Para esta operación también se usa una incisión paramediana derecha supraumbilical. Actualmente la mayoría de las
colecistectomías se efectúan mediante laparoscopía y las incisiones que se
encuentran son pequeñas (en reborde del ombligo y una o dos en cuadrante
superior derecho).
·
Incisión mediana supraumbilical (usada para operaciones del estómago y otras estructuras del hemiabdomen
superior).
·
de Pfannenstiel: es una incisión
arqueada por encima de la sínfisis pubiana en el sentido del pliegue
suprapúbico, que se usa para efectuar cesáreas u operaciones ginecológicas como
histerectomías. Antes era frecuente que se hiciera una incisión mediana infraumbulical.
Las circulaciones venosas colaterales anormales que
se pueden observar son del siguiente tipo:
·
Porto-cava: se observa cuando está aumentada la
circulación venosa por las venas periumbilicales, debido a una obstrucción de
la vena porta, tal como ocurre en pacientes con cirrosis hepática avanzada. Las
venas irradian desde ombligo hacia la periferia y el flujo venoso sigue el
mismo sentido. Da lugar a la llamada "cabeza de medusa".
·
Cava-cava: es una circulación venosa colateral
que se ve cuando existe una obstrucción de la vena cava inferior; las venas se
desarrollan en las regiones laterales del abdomen y la sangre fluye en sentido
ascendente.
La dirección del flujo de una vena se aprecia apoyando los dedos índices de cada mano sobre un
segmento de la vena, en un trayecto que no reciba tributarias colaterales.
Estando los dedos juntos y aplicando un poco de presión, se separan de modo de
exprimir toda la sangre del interior del segmento. Luego se levanta uno de los
dedos y se ve la rapidez con la que la vena vuelve a llenarse de sangre: si
ocurre inmediatamente, la sangre fluye en ese sentido; si la vena permanece un
tiempo colapsada, quiere decir que el dedo que todavía la comprime impide el flujo.
Se repite la maniobra levantando uno u otro dedo hasta estar seguro de la
dirección de la sangre.
La forma del abdomen puede ser diferente. Esto depende de la edad, de la relación entre el
peso y la talla, de la constitución del cuerpo, de lo atleta o sedentaria que
sea la persona y de alteraciones que puedan existir: tumores, ascitis,
meteorismo (gas aumentado en el intestino). Normalmente tiene una forma
redondeada o plana. En personas delgadas y en decúbito dorsal se aprecia un
abdomen excavado (escafoide o cóncavo). Si se aprecia abultado se habla de un abdomen globuloso o prominente. Cuando en decúbito
supino el abdomen impresiona que se "rebalsa" hacia los lados se le
llama en alforjas; si estando de pie,
se aprecia un gran pliegue que cuelga del hemiabdomen inferior se llama en delantal.
La presencia de tumores o masas es otra importante
observación. El aumento de volumen por un útero grávido es una situaciones bien
conocida. La característica principal es el crecimiento desde el hipogastrio
hacia arriba, con una convexidad superior. Algo parecido ocurre con una vejiga
distendida que no puede vaciarse (globo vesical). Una gran
esplenomegalia podrá dar un abultamiento en el cuadrante superior izquierdo;
una hepatomegalia, en el cuadrante superior derecho. Con frecuencia, para
detectar estos abultamientos es necesario fijarse bien, contar con una
iluminación algo tangencial para que las curvaturas en la superficie del
abdomen se dibujen mejor, y solicitar al paciente que respire profundo, de modo
que al bajar el diafragma las vísceras protruyan.
Auscultación.
Lo que se trata de auscultar son ruidos que derivan
de la movilidad del intestino y posibles soplos vasculares. Se efectúa antes de
la percusión y la palpación ya que éstas pueden alterar losruidos
intestinales o ruidos hidroaéreos. La auscultación
debe ser metódica y cubrir los distintos cuadrantes del abdomen.
Mediante la práctica, es necesario familiarizarse
con las características de los ruidos normales para poder distinguir cuándo
están aumentados y cuándo disminuidos. Como todos los sonidos, se puede
distinguir frecuencia, intensidad, tono y timbre. Lo normal es escuchar como
clics o gorgoteos regulares, entre 5 a 35 por minuto. Cuando el gorgoteo es
prolongado y de tono bajo se habla de borborigmo ("gruñidos gástricos"). En las diarreas los ruidos
intestinales o hidroaéreos están aumentados en frecuencia e intensidad.
Cuando el estómago está distendido con líquido
porque existe una obstrucción a nivel del píloro o un poco más abajo (síndrome
pilórico), o porque se ingirió una gran cantidad de líquido en las horas
anteriores, al sacudir al paciente se puede auscultar en la región epigástrica
un bazuqueo gástrico que son ruidos de tono alto semejantes a los que se escuchan al agitar
un tonel parcialmente lleno de líquido.
Cuando existe una parálisis intestinal (íleo
paralítico), desaparece el peristaltismo y con ellos, los ruidos
intestinales, y se escucha un silencio abdominal. Para concluir que
los ruidos intestinales están ausentes, se debe auscultar unos 3 a 5 minutos.
Las asas intestinales se distienden con líquido y aire; si al paciente se le
sacude, se auscultan ruidos de sucusión, semejantes al bazuqueogástrico. Habitualmente se escuchan en todo el abdomen.
En un íleo mecánico, por obstrucción
intestinal, los ruidos están aumentados junto con la mayor actividad
peristáltica. Se escuchan ruidos de tono alto y en secuencias que aumentan
junto con el incremento del dolor de carácter cólico.
Otros ruidos que se pueden auscultar son soplos por
flujos turbulentos dentro de las arterias: aorta (en línea media,
supraumbilical), renales (paramediano supraumbilical, a cada lado), ilíacas
(paramediano infraumbilical, a cada lado), femorales (en las regiones
inguinales). Pudieran escucharse mejor con la campana del estetoscopio. En todo
enfermo hipertenso se deben buscar soplos que deriven de la estenosis de alguna
de las arterias renales; se ausculta en el epigastrio, hacia lateral, y en los
ángulos costovertebrales. El escuchar un soplo que ocurre durante la sístole
solamente en la proyección de la aorta descendente, las ilíacas o las
femorales, no implica necesariamente que exista una estenosis de la arteria; es
más específico si el soplo se escucha en la sístole y la diástole.
En mujeres embarazadas se pueden auscultar los latidos cardíacos fetales a partir de las 16 a
18 semanas. Se escuchan mejor con una corneta especial que usan los obstetras y
matronas.
Percusión.
Normalmente al percutir el abdomen se escuchan
ruidos sonoros que reflejan el contenido de aire en el tubo digestivo.
Frente a un abdomen distendido, la percusión puede
ayudar a diferenciar si la distensión es por acumulación de gas (meteorismo),
líquido en el peritoneo (ascitis), o un aumento de volumen anormal
(tumor, globo vesical, útero miomatoso, etc.).
Si el problema es acumulación de gas, se escucha
una hipersonoridad o un timpanismo.
Si se trata de ascitis, al percutir el
abdomen estando el paciente está decúbito supino, se delimita un área central
de sonoridad normal, rodeada por una zona periférica en los flancos e
hipogastrio de sonoridad mate, con una concavidad superior a nivel del
hipogastrio. Como el líquido de la ascitis se desplaza con los cambios de
posición, se percute también el abdomen poniendo al paciente primero en un
decúbito semilateral y luego en el otro. El líquido se desplaza hacia el nivel
más bajo. Con la percusión se delimita el cambio entre el sonido claro y el
sonido mate que ocurre en los flancos. Se deja una marca con un lápiz, que se
pueda borrar. Al mirar las marcas que se efectuaron en los flancos en cada
decúbito, se puede encontrar una matidez desplazable, que si es de más de
4 cm, sugiere la presencia de ascitis. En un cuadro de íleo paralítico, en que
se acumula líquido en las asas intestinales, también se puede encontrar matidez
desplazable. En este caso, se deben considerar otros aspectos clínicos para
hacer un diagnóstico diferencial.
Un signo que se ha usado para identificar si un
paciente tiene ascitis es el signo de la ola que consiste en dar unos golpes en un hemiabdomen y ver si se reflejan
ondas hacia el otro hemiabdomen (tal como ocurre al lanzar una piedra en una
laguna quieta que genera ondas que migran hacia la periferia). Para evitar que
las ondas que se propagan se deban a un efecto del tejido adiposo de la pared
abdominal, se coloca una mano de canto en la línea media del abdomen. No es un
signo confiable ya que tiene falsos positivos y falsos negativos.
Si el problema es un útero aumentado de volumen o
una vejiga distendida (globo vesical), se encuentra una matidez en el
hipogastrio que tiene una convexidad de sonoridad clara superior.
En el epigastrio y la parte medial del hipocondrio
izquierdo se encuentra habitualmente una zona de mayor sonoridad que
corresponde a aire contenido en el estómago. Esto se acentúa después de ingerir
una bebida gaseosa, en que se percute timpanismo por la distensión del
estómago.
En el examen del hígado, la percusión se utiliza
para precisar el límite superior, por la cara anterior: se percute desde el 3er
espacio intercostal a nivel de la línea medioclavicular y se va descendiendo;
el nivel en que el sonido para de claro a mate corresponde al hígado.
Habitualmente se ubica en el 5º a 7º espacio intercostal. Debe recordarse que
este nivel puede cambiar según el paciente esté en inspiración o en espiración.
Para delimitar el borde inferior del hígado se utiliza predominantemente la
palpación, aunque también se puede usar la percusión. En este caso, se comienza
percutiendo más abajo del reborde costal y se va subiendo por la línea
medioclavicular hasta encontrar el nivel de transición entre un ruido sonoro y
uno mate. Si se ha efectuado una marca entre el límite superior e inferior del
hígado, se tiene la proyección hepática que normalmente es de 6 cm a 12 cm. Valores mayores a 12 cm sugieren una
hepatomegalia. Ocasionalmente no se encuentra la matidez hepática por la
interposición de una asa del colon entre el hígado y la pared torácica o porque
existe un neumoperitoneo (p.ej.: úlcera duodenal perforada). Al delimitar el
borde inferior del hígado con la percusión, se facilita la palpación posterior.
Con la inspiración profunda, el hígado baja unos 2 a 4 cm. Estos cambios de la
posición del hígado con la respiración deben ser considerados al estudiar la proyección hepática de modo de hacer la medición ya sea en
inspiración o en espiración.
El bazo también se explora mediante la percusión.
Se encuentra en una posición oblicua a nivel subcostal en el hemitórax
izquierdo, por detrás de la línea medioaxilar. Se percute estando el paciente
en decúbito supino tratando de encontrar una pequeña área de matidez esplénica
que puede estar entre la 6ª y la 10ª costilla, y que en condiciones normales no
sobrepasa la línea axilar media. Si la matidez se extiende más allá de la línea
axilar anterior, existiría esplenomegalia. Posteriormente el examen debe
complementarse con la palpación del polo inferior del bazo.
Palpación.
![](http://www.drjorgedelgado.com/wp-content/uploads/2010/12/palpacion-abdomen.jpg?9d7bd4)
Se comienza efectuando una palpación superficial mediante la cual se
buscan puntos dolorosos y se evalúa si la pared abdominal es depresible. Cuando
existe resistencia muscular, puede ser voluntaria o involuntaria. En el primer
caso puede deberse a tensión nerviosa, temor a sentir dolor, frío o cosquillas.
Es necesario tranquilizar al paciente y solicitarle que se relaje. El
examinador debe poner su antebrazo y mano en posición horizontal, y los dedos
van examinando ejerciendo una presión suave y uniforme. Se recorre el abdomen
en todos sus cuadrantes teniendo presente qué se puede llegar a palpar en cada sector
de acuerdo a la anatomía normal. Cuando existe resistencia muscular
involuntaria el abdomen se encuentra rígido, poco depresible. La rigidez puede
ser difusa (p.ej.: peritonitis generalizada) o localizada (p.ej.: apendicitis
aguda contenida). Algunos cuadros neurológicos impiden al paciente relajar bien
su abdomen (p.ej.: tétanos, demencia).
A continuación se efectúan una palpación profunda mediante la cual se identifican con más
detalles las estructuras intraabdominales. Es frecuente que se pueda desencadenar
una molestia al presionar sobre el ciego, colon sigmoides, aorta, línea media
bajo el xifoides. Al repetir la palpación con cuidado es posible que la
molestia no se repita. La palpación profunda se puede efectuar con una o las
dos manos. Al usar ambas manos se coloca una sobre la otra, de modo que la de
más arriba ejerce la presión y la de abajo efectúa la palpación. En obesos esta
técnica puede resultar conveniente. Algunas personas prefieren palpar colocando
una mano al lado de la otra.
Al sentir una masa se debe precisar su localización, tamaño, forma, consistencia, sensibilidad, pulsación,
movilidad y movimientos con la respiración. Ante la duda si la masa es de la
pared o intraabdominal se solicita al paciente levantar su cabeza y hombros con
lo que contrae los músculos abdominales: si es de la pared, sigue palpándose;
si es profunda, se vuelve más difícil de sentir.
Algunas masas crecen del hipogastrio hacia arriba:
vejiga distendida, tumor ovárico, útero miomatoso. También lo hace un útero
grávido. En estos casos se palpa una masa con una convexidad superior. Otras
masas tienen una localización diferente según procedan del apéndice, del colon,
ganglios retroperitoneales, aorta, páncreas, estómago, vesícula biliar, hígado,
bazo, riñones, etc. En cada caso se debe precisar cada una de los atributos que
se mencionaron más arriba.
Si existe dolor es necesario precisar su localización,
irradiación, maniobras que lo aumentan o lo disminuyen. Un examinador delicado
trata de provocar el menor dolor posible, sin perder información necesaria para
el diagnóstico. Aunque habitualmente se palpa con los dedos de la mano, algunos
dolores se localizan mejor con un sólo dedo.
Algunas afecciones tienden a doler con más
frecuencia en sitios específicos. Una apendicitis duele al presionar
inmediatamente lateral al punto medio de una línea imaginaria que se proyecta
entre el ombligo y la espina ilíaca anterosuperior. Una colecistitis aguda bajo
el reborde costal derecho, lateral al borde del músculo recto abdominal. Una
diverticulitis duele en el cuadrante inferior izquierdo.
Uno de los dolores más fuerte se deben a la
irritación del peritoneo. En estos casos puede bastar una suave presión o
incluso la sacudida que se produce al percutir para desencadenar dolor. Cuando
el paciente tose, también se desencadena dolor. En las peritonitis agudas se
describe el signo del rebote (signo de Blumberg) que consiste en un dolor que se produce al
retirar rápidamente del abdomen los dedos que examinan. Duele más al retirar la
presión que al ejercerla. Este signo se desencadena efectuando la maniobra
incluso alejado del sitio de mayor dolor.
Palpación del hígado.
Con la punta de los dedos de la mano derecha,
estando el examinado a la derecha del paciente, se va al encuentro del borde
inferior del hígado mientras el paciente efectúa una inspiración profunda por
la boca. Algunas personas prefieren hacer la misma maniobra pero con los dedos
paralelos al reborde costal y otros tratan de engancharlo orientando la mano
desde el tórax hacia el abdomen, y arqueando los dedos en el reborde costal.
También puede rendir solicitar al paciente que sostenga la respiración después
de una inspiración profunda. Otra maniobra que puede ayudar a tener un mejor
rendimiento es colocar la mano izquierda bajo la parrilla costal en la parte
más baja y presionar hacia arriba tratando de bascular el hígado. La
alternativa sería colocar la mano empuñada entre la pared costal y la
superficie de la cama formando una cuña. Por último, la información que se ha
obtenido mediante la percusión del borde inferior del hígado puede orientar la
palpación.
Los dedos deben partir en búsqueda del borde
hepático alejados del reborde y al encontrarlo, deben dejar que la superficie
del hígado se deslice bajo ellos. La palpación se comienza en la línea
medioclavicular y se va repitiendo hacia el epigastrio o más allá si el lóbulo
izquierdo está hipertrofiado. Esto permite identificar las características del
borde del hígado y de su superficie, y la consistencia del tejido.
Es muy frecuente que el borde inferior del hígado
no se logre palpar. Si se palpa, debe ser firme, liso uniformemente y no
doloroso. En algunas enfermedades estas características cambian. En la cirrosis
hepática el borde es más cortante, la consistencia dura y la superficie podría
encontrarse nodular. En un tumor hepático, se puede encontrar un nódulo duro, y
es frecuente que se de en el contexto de un hígado cirrótico. Un hígado
congestivo por insuficiencia hepática es de borde romo, puede ser algo
sensible, y la consistencia firme. En una hepatitis aguda infecciosa el hígado
está algo crecido y puede ser sensible al palparlo. Ocasionalmente se palpa un
lóbulo derecho del hígado que desciende hasta al cresta ilíaca y que es una
variante anatómica sin mayor importancia (lóbulo de Riedel).
Vesícula biliar.
Normalmente no se palpa. Se localiza por debajo del
borde hepático, a la altura del borde lateral de músculo recto abdominal.
Cuando se inflama (colecistitis), al tratar de palparla se produce dolor
al presionar es ese sitio al final de una inspiración (signo de Murphy).
Podría palparse una masa de bordes poco precisos por confluencia de tejidos
vecinos como el epiplón (plastrón vesicular). La impactación de un
cálculo biliar en el conducto cístico puede llevar a una vesícula palpable (hidrops
vesicular). La palpación de una vesícula que no duele en un paciente
ictérico mayor de 50 años hace plantear el diagnóstico de un cáncer que
obstruye el colédoco o la ampolla de Vater (signo de Courvoisier). Una
masa dura en relación al borde hepático puede tener relación con un tumor
canceroso de la vesícula o del hígado.
Bazo.
Solamente el polo inferior es palpable. Se examina
con la mano derecha, estando el paciente en decúbito supino y el examinador a
su derecha. Normalmente, en los adultos no se logra palpar, aunque existen
excepciones. Si es palpable, significa que está aumentado de volumen en la
mayoría de los casos. Crece hacia abajo y adelante. Los dedos de la mano que
examina se dirigen hacia el hipocondrio izquierdo, y van al encuentro del polo
inferior del bazo mientras el paciente efectúa una inspiración profunda por la
boca. Conviene no partir muy cerca del borde costal ya que un bazo grande
podría escaparse. Algunas personas prefieren además apoyar la mano izquierda
bajo la parrilla costal y presionar hacia adelante tratando de hacer el bazo
más prominente.
Se debe identificar el tamaño y la consistencia del
bazo. Cuando está crecido como respuesta a una infección (p.ej.: fiebre
tifoídea, endocarditis bacteriana) es de consistencia blanda. En procesos
infiltrativos como en un linfoma, la consistencia es mayor. En ocasiones
alcanza un gran tamaño (p.ej.: leucemia mieloide crónica). Una causa frecuente
de esplenomegalia es por hipertensión portal en el curso de una cirrosis
hepática. Las hemólisis crónicas también dan esplenomegalia.
Otra posición usada para palpar el polo inferior
del bazo es un decúbito lateral derecho, con las piernas semiflectadas de modo
de relajar la musculatura abdominal. El examinador se coloca detrás del
paciente para palpar el hipocondrio izquierdo con sus dedos en garra (posición
de Schuster).
Riñones.
Generalmente no son palpables. Se ubican en la
parte más posterior del abdomen, retroperitoneal. En su parte superior quedan
protegidos por las costillas flotantes. El derecho es un poco más bajo que el
izquierdo y su polo inferior tiene más posibilidades de ser palpable. Existen
alteraciones renales en las que están más grandes y se logran palpar con más
facilidad: hidronefrosis, riñón poliquístico, tumor renal. Una ptosis renal también facilita lo mismo.
Cuando se palpa con las dos manos, una por delante
y otra por atrás, ayuda a fundamentar que se trata de un riñón si se percibe contacto lumbar, o sea, el empuje que se ejerce desde atrás se
transmite hacia adelante.
Para palpar el riñón derecho estando el paciente en
decúbito supino y el examinador en el lado derecho, se coloca la mano izquierda
a nivel de la región lumbar, inmediatamente por debajo de las costillas, y la
derecha, sobre el flanco, lateral al borde del músculo recto abdominal. Se
ejerce presión logrando un efecto de "sándwich". Una maniobra que
puede aumentar la posibilidad de palpar el polo inferior es pedir al paciente
que inspire profundo por la boca y en ese momento el examinador trata de
"atrapar" el riñón con sus manos, al descender; en la espiración
libera la presión y el riñón se debiera "escapar".
Para palpar el riñón izquierdo desde el lado
derecho del paciente, es necesario colocar la mano izquierda en la fosa lumbar
izquierda del paciente, quedando con posibilidad de empujar hacia adelante, y
con la mano derecha se palpa en el flanco. La otra forma es ubicándose el
examinador en el lado izquierdo del paciente para examinar en forma parecida a
lo que se hizo con el riñón derecho. En este caso, la mano derecha del
examinador se ubica en la fosa lumbar y la izquierda palpa por el flanco.
Aorta.
Es posible palpar en personas de contextura
delgada. Es frecuente sentir en la región del epigastrio un latido transmitido
de la aorta. En mayores de 50 años es importante tener una mayor preocupación
por evaluar su diámetro ya que con la edad es más frecuente encontrar
dilataciones aneurismáticas. Para evaluar este aspecto se usan las dos manos
puestas en el epigastrio a cada lado de la línea media, o ligeramente hacia la
izquierda. El diámetro normal, sin contar con la contribución de la pared
abdominal, no supera los 3 cm (promedio 2,5 cm). Si se sospecha un aneurisma,
conviene evaluar al paciente con una ecotomografía.
Otros aspectos del examen abdominal.
En pacientes con ascitis se puede encontrar el signo del témpano que se debe en gran medida a que algunas vísceras están como flotando en
el líquido del peritoneo. Esto determina que al palpar el borde inferior del
hígado o el bazo, y empujar dando como golpecitos suaves, se siente que los
dedos chocan contra algo que flota en el líquido. Otro signo que ya se mencionó
más arriba en la sección de la percusión, es el de la onda líquida (signo de
la ola) que no es confiable.
Una técnica que se ha descrito para precisar el
borde inferior del hígado consisten en colocar la membrana del estetoscopio
sobre la zona hepática en la cara anterior de la parrilla costal y con un dedo
de la otra mano se rasca ligeramente la superficie del abdomen mientras se
ausculta. El rasquido se va acercando hacia la parrilla costal y al alcanzar el
borde del hígado el sonido se intensifica.
La prueba del músculo psoas-ilíaco se usa en los casos en que existe la sospecha que una apendicitis. Se
solicita al paciente que levante su pierna derecha estirada y el examinador le
opone resistencia con una mano apoyada sobre el muslo. El signo sería positivo
si desencadena dolor en el cuadrante inferior derecho.
Hernias de la región ínguino-crural.
Una hernia es la protrusión de tejidos (epiplón, asas intestinales, ovario, etc.)
contenidos en un saco herniario (habitualmente formado por peritoneo), a través
de un anillo u orificio. En la región ínguino-crural se manifiestan por hernias
inguinales (indirecta y directa) y crurales (o femorales). Las hernias inguinales indirectas pasan por el orificio
inguinal profundo (lateral a los vasos epigástricos inferiores), descienden por
el canal inguinal y pueden atravesar el anillo inguinal externo; las hernias inguinales directas aparecen por la pared
posterior del canal inguinal (medial a los vasos epigástricos inferiores). Las
hernias crurales pasan por detrás del ligamento inguinal, medial a la vena
femoral, siguiendo el curso del canal femoral. Las inguinales se ven por encima
del ligamento inguinal y las crurales por debajo de él. Cuando una inguinal
desciende hasta la cavidad escrotal constituye una hernia ínguino-escrotal.
Las hernias pueden ser congénitas o adquiridas. Los
esfuerzos físicos y la necesidad de aumentar en forma repetida la presión
intraabdominal, como ocurre en personas constipadas o en hombres con
crecimiento de la próstata, favorece su aparición.
Habitualmente el paciente nota un abultamiento que
sale especialmente al caminar o estar de pie. También al toser o pujar. Al
acostarse, tiende a desaparecer (hernia reductible). En otras ocasiones
no se logra reducir totalmente (hernias irreductibles). Esto puede
ocurrir por adherencias que se han formado, porque es de gran tamaño y "ha
perdido el derecho a domicilio" o porque está atascada o estrangulada. Una hernia atascada es aquella que no se puede reducir pero
no tiene compromiso de los vasos sanguíneos. Una hernia estrangulada tiene además compromiso vascular que
puede determinar una necrosis de los elementos contenidos en el saco herniario.
En este caso, que habitualmente se acompaña de mucho dolor, no se deben
efectuar maniobras para reducir el contenido al abdomen por el riesgo de
producir una peritonitis.
Las hernias inguinales indirectas son más
frecuentes en niños y jóvenes de sexo masculino. Las inguinales directas se
presentan en personas mayores. Las crurales, se ven especialmente en mujeres y
tienen tendencia a atascarse con lo que pueden producir una obstrucción
intestinal.
Se comienza examinando al paciente mientras está en
decúbito dorsal. Si la hernia está afuera, es fácil de ver y palpar. De no ser
así, se le solicita al paciente que tosa o efectúe una maniobra de Valsalva
para hacerla más evidente. Otra alternativa es examinarlo de pie y que puje. En
esta posición el rendimiento del examen es mejor. Al salir la hernia se aprecia
un abultamiento y al aplicar presión con los dedos es posible reducirla
nuevamente al interior del abdomen. Cuando esto ocurre, se siente el
deslizamiento del contenido del saco herniario hacia el interior del abdomen y
eventualmente se escucha el gorgoteo de asas intestinales. Esta sensación es
categórica de la existencia de una hernia.
Otra maniobra que se puede efectuar en hernias
inguinales es introducir un dedo hacia el canal inguinal a través del anillo
inguinal externo, invaginando la piel del escroto. Este anillo normalmente no
permite el paso del dedo, pero podría estar dilatado por la presión que ha ido
ejerciendo la hernia, especialmente si es de un tamaño significativo. Cuando el
paciente puja, el saco herniario choca con el dedo. No interesa tanto
distinguir entre una hernia inguinal directa o indirecta ya que el cirujano
tendrá la referencias anatómicas en forma más confiables al momento de operar.
Las hernias crurales deben buscarse en forma muy
dirigida, especialmente frente a un cuadro sugerente de una obstrucción
intestinal.
El diagnóstico diferencial se hace con adenopatías
y abscesos.
Tacto rectal.
El tacto rectal debe ser considerado como parte del
examen del abdomen ya que puede aportar información valiosa.
Se puede efectuar con el paciente en distintas
posiciones: (a) en decúbito lateral, habitualmente sobre el lado izquierdo, con
ambas piernas flectadas a nivel de las caderas y rodillas, o con la extremidad
de más abajo extendida y la de más arriba semiflectada (posición de Sims);
(b) estando el paciente en decúbito dorsal con ambas extremidades inferiores
flectadas y separadas; (c) estando el paciente en decúbito ventral sobre una
mesa ginecológica, o de pie, pero flectado hacia adelante, apoyando sus manos
sobre la camilla, o en una posición genupectoral en la que se apoya sobre las
rodillas y codos. Cualquiera sea la posición elegida, se debe respetar el pudor
del paciente.
En la inspección de la región anal se aprecia el
aspecto de la piel, si existe humedad, o si se ven hemorroides externos,
fisuras, orificios fistulosos, u otras lesiones (papilomas, condilomas, etc.).
Podría ser conveniente disponer de una linterna para tener una mejor
iluminación. Ante la sospecha de un prolapso rectal se le solicita al paciente
que puje. También podrían protruir pólipos o hemorroides internos.
Cuando se observa una lesión se ubica según los
punteros del reloj, definiendo las 12:00 horas en la línea media ventral y las
6:00 horas, en la línea media dorsal.
Luego se efectúa la palpación colocándose un guante
desechable y lubricando el dedo índice con vaselina, dejando en la punta un
poco más. Con el dedo enguantado y con vaselina se lubrica un poco el orificio
externo del ano y se introduce el dedo con cuidado de modo de desencadenar un
mínimo de molestias. En la introducción se aprecia el tono del esfínter anal. Cuando el examen provoca dolor o
en personas tensas es frecuente encontrar un tono aumentado, en cambio, en
ancianos o pacientes con lesiones neurológicas, se encuentra disminuido. Una
fisura o un hemorroide trombosado pueden generar tanto dolor que el tacto no es
posible efectuar. Un absceso perianal puede dar una zona abultada y dolorosa.
Introducido el dedo se aprecia la cavidad de la
ampolla rectal, sus paredes y el contenido de deposiciones. En la pared
anterior se palpa la próstata en los hombres y el cuello uterino en las
mujeres. Es importante fijarse si existe alguna estrechez, dureza o formación
en las paredes de la ampolla que sea sugerente del crecimiento de un tumor. En
apendicitis aguda el fondo derecho es sensible.
La próstata se palpa normalmente como una nuez de
un diámetro de unos 4 cm, cuya pared posterior protruye hacia el lumen rectal
aproximadamente 1 cm. Se distinguen dos lóbulos laterales y un surco central.
La superficie debe ser lisa y la consistencia como cauchosa. A veces se palpan
las vesículas seminales en la parte de más arriba. En personas mayores de 40
años la próstata puede estar aumentada de volumen por una hipertrofia benigna (adenoma
prostático). Si se palpa un nódulo de consistencia más dura que el resto de
la glándula o de forma irregular debe plantearse la posibilidad de un cáncer.
La deposición que se observa en el guante al
retirar el dedo se debe observar. Normalmente es blanda y de un color marrón
(castaño). Si es de color negro, sugiere sangre de la parte alta del tubo
digestivo; si se acompaña de sangre fresca, el sangramiento sería bajo; si la
deposición es pálida, podría reflejar una falta de pigmentos biliares en un
paciente ictérico y con patología biliar. A pesar que tenga un aspecto normal,
conviene efectuar una prueba para detectar sangre oculta en la deposición
(existen unos tarjetones que se manchan con una muestra de deposición y luego
se agrega un reactivo que revelará la presencia de sangre si está presente).